Lecturas fantásticas: Colores y personajes

Afrodescendientes en la literatura infantil argentina: Laura Ávila por Adriana Fernández

¿De qué color son los personajes de los libros para niños y niñas? ¿En qué momento de la escolaridad aparece la mención a los negros? ¿Pueden recordar? Quienes dejaron atrás la escuela hace tiempo, como quien les escribe, tal vez recuerden a los negros como personajes de los actos escolares: siempre en diminutivo, “la negrita de los pasteles” o “el negrito de las velas” parecen resolver con simpatía un tema sensible. Y así, con un poco de corcho quemado en el rostro y una foto queda la conciencia (¿cuál?) tranquila.

Laura Ávila es guionista y escritora. Buena parte de su producción literaria es ficción histórica destinada a las infancias en la que los protagonistas son afrodescendientes. Los negros, muchas veces esclavos u otras recientemente libertos, son quienes activan la narración y resuelven los conflictos, apropiándose de un papel que la historia ha tendido a borrar.

¿Cómo se volvió central este tema en tu trabajo?
No sé bien cómo pasó, pero desde mis primeros libros está latente la presencia de lo afro. Las ficciones transcurren en gran parte en el Siglo XIX, donde todavía funcionaba el sistema de la esclavitud. Ya desde La rosa del río, mi primera novela, uno de los personajes es un joven rebelde africano, que se suma a la pareja protagónica blanca y termina adueñándose del libro. Creo que me pasó eso: los afros y sus descendientes se fueron ganando de a poco mi literatura, hasta ser protagonistas.

¿Sentís, luego de escribir durante tanto tiempo sobre este tema, que estás saldando una deuda de la literatura con la cultura africana en Argentina?
Creo que hay algo de mi propia herencia ancestral que me viene a buscar en los libros. Cuando escribo se abre una puerta a mis percepciones más profundas, y esa forma de ver el mundo que encuentro ahí no tiene tanto que ver con las cosas que aprendí en la escuela, ni con la educación blanca que me dieron. Es algo más profundo, un punto de vista que se ubica en esas vivencias de los que no tuvieron historia, porque no sabían escribir, porque estaban sosteniendo un modo de vida que derivó en este. Todas las formas de la organización occidental fueron levantadas a través del trabajo de los esclavizados y de los pueblos originarios sometidos. Yo escribo buscando entender esto. Trato de sacar a la superficie todo el dolor secreto que dejó la esclavitud y la huella, la herida mal cicatrizada que todavía permanece en la Argentina de hoy. La violencia de un racismo que todavía no se reconoce en nuestro país. Y además, lo cuento para los lectores niños y para las lectoras niñas. Con unas peripecias que rescaten a esos personajes bajo otra luz, con un lenguaje con el que intento describir su belleza y también su heroísmo. No escribo desde un lugar triste, a pesar de lo triste de nuestra historia, de la omisión, de la rica herencia africana y originaria que se mutiló por vergüenza de lo no blanco. Mis novelas son sobre gente que crece, que tiene su luz propia. Busco expresar ese punto de vista además de contar también una historia entretenida para mis lectores.

Vas muchísimo a las escuelas, ¿cuál es la lectura que percibís en los niños y niñas? ¿Y la de los y las docentes?
Las niñas y los niños reciben los libros con alegría. Veo que los leen y los disfrutan, que se hacen problema por el destino de los protagonistas; siguen a los personajes y a sus peripecias sin importarles ni el color ni el origen que tienen, ni la fecha en que vivieron tampoco. Después de todo, son personajes de su edad, con dilemas que no tienen tiempo y que se les presentan a ellos también en este tramo de sus vidas: dejar atrás la infancia, gustar de otra persona, renegar de sus padres y de lo que conocen… Esos conflictos suceden siempre, en todos los momentos históricos, porque son parte de la experiencia humana.
Las que hacen otras lecturas y perciben más las diferencias de clase y color son las docentes. Y son bien piolas y saben acompañar a sus alumnos y alumnas complementando lo que se lee con datos duros de la historia y sus propias experiencias. Se arman lindas cosas en las escuelas. Es un poco un revoltijo de saberes preexistentes, en el que comparan lo que conocen más allá de los datos aprendidos. Se recorren experiencias que vivieron en sus casas, datas familiares, orígenes que muchas veces se mantuvieron en secreto por temor al rechazo o a la discriminación. Y hablo de puestas en común entre estudiantes y docentes. Mis libros son algo que descubren y comparten juntos.

¿Cuáles son tus fuentes específicas en tus investigaciones previas a la escritura de cualquiera de tus libros infantiles de ficción histórica?
Leo mucho libro viejo, de ficción y no ficción. Me gustan los clásicos (Groussac, Vicente López, el propio Mitre), más por su prosa bella que por su ideología, que justamente se encargó de tratar de borrar a los afroargentinos y a los indígenas del mapa. También leo mucha investigación histórica, muchas tesis de historiadores. Y mucho documento directo. Para Los músicos del 8, que narra la leva forzosa de Benito y Simón, dos chicos esclavizados que formaron parte del Ejército de los Andes, leí cartas de San Martín, su correspondencia con Pueyrredón, memorias de viajes de extranjeros en el país, muchos testimonios de la vida en Mendoza en esa época y de la organización del Plumerillo. Hay un libro muy hermoso de Alejandro Rabinovich, Ser soldado en las guerras de independencia, que recomiendo. Da una clara idea de cómo era pelear en esas guerras de principios del siglo XIX. Hay una corriente que rescata la historia de las clases populares.
Una cosa que quiero aclarar siempre es que, si bien mis libros son de ficción histórica, se refieren a temas de hoy. Y, para escribirlos, me conecto también con mis propias experiencias, con mis recuerdos, con gente que se está redescubriendo. Me ayuda mucho, por ejemplo, la experiencia de Misibamba, un colectivo de afroargentinos que trabaja hoy por la visibilización y el orgullo de ser negro.
Trato de documentarme bien y luego me siento a imaginar, a completar esos espacios, a comprender a los que estuvieron ahí y no pudieron decirlo. Y entonces escribo.

Algunos libros recomendados de Laura Ávila

Laura Ávila es guionista y novelista. Nació en 1974 en la Capital Federal, pero vivió su infancia y su adolescencia en José Mármol, un barrio del conurbano bonaerense. Egresada de la Escuela de cine de Avellaneda, escribió los guiones de Tiempos menos modernos (2012), Juan y Yastay (2015), Historias chicas (2016) y Vinchuca (en preproducción) Como novelista se especializa en literatura infantil y juvenil. Sus libros son de ficción histórica y recrean vidas, costumbres, clases sociales e infancias del siglo XIX. Escribió La rosa del río (2009), Escondidos (2012), Final cantado (2013) y Moreno (2015), entre otros. Su novela La sociedad secreta de las hermanas Matanza, ganó el premio Destacado ALIJA como Mejor novela infantil y fue editada en España.

Adriana Fernández (Buenos Aires, 1970). Se recibió de profesora de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Nacional del Profesorado «Joaquín V. González». Ha sido docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS), la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es Gerenta Editorial del Grupo Planeta en la Argentina.

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