Sergio De Loof: ¿Sentiste hablar de mí?

¿Sentiste hablar de mí? es la respuesta de Sergio De Loof a la invitación del Museo Moderno a celebrar su impronta y su legado. Es una obra faraónica en la que se dan cita pasillos palaciegos, obras de teatro, una tienda que vende sus creaciones, una biblioteca, un carnaval. El recorrido hace hincapié en sus desfiles y vestimentas, e incluye sus diarios, una selección de materiales documentales inéditos, sus intervenciones en la revista Wipe, sus pinturas e instalaciones desde mediados de los ochenta hasta hoy. La exposición da cuenta de la creatividad enardecida y desbordante de Sergio De Loof, con la que ha combinado hasta igualar el quehacer comunitario y la expresión individual, la pobreza y el lujo, el paladar aristocrático y el gusto popular.

De Loof había empezado a hacerse un nombre a fines de la década del ochenta. Junto con algunos amigos que conoció en su breve paso por la escuela de Bellas Artes, fundó el bar Bolivia(1989). Poco tiempo después, en una trayectoria rápida y vertiginosa, estuvo detrás de El Dorado (1991), el Morocco (1993), Ave Porco (1994), entre otros. Todos estos espacios fueron legendarios. Inventaron una noche inédita para un Buenos Aires que intentaba dejar atrás las costumbres instaladas durante la dictadura. En ellos, arte y nocturnidad se amalgamaban. Fueron boliches, bares y también centros culturales. Su programación incluía cientos de desfiles, exposiciones, obras de teatro, y era donde se daban cita, en un contexto de libertad y experimentación, los mundos hasta entonces antagónicos de los artistas e intelectuales, los empresarios, el universo fashion y la farándula.

En los años noventa, De Loof concibió sus numerosos desfiles como reuniones colaborativas y comunitarias. Los entendía como pequeñas piezas que le debían mucho al teatro. Participaban de ellos sus amigos o conocidos, cuerpos bien diferentes y alejados de aquellos de las supermodelos. Su intención era crear “un arte y una moda hermosa para pobres y feos”, dando lugar en sus trabajos a las disidencias corporales y sexuales. En sus pasarelas, los modelos bailaban y actuaban con las ropas que Sergio componía con retazos, prendas de segunda mano, papel y revistas. Hizo uso de técnicas como el ñandutí, el bordado, el patchwork, el reciclaje. A través de ellas, De Loof valorizaba también una cultura artesanal que, en el marco de la convertibilidad y la denominada globalización, estaba llamada a desaparecer. Por eso, en sus vestimentas hay tanta belleza como nostalgia, tanto festejo como despedida.

Siempre en el límite entre el arte, la moda, el diseño y el escándalo, con un pie adentro y otro fuera de cualquier sistema, De Loof puso en jaque con irreverencia crítica y humor corrosivo lo que entendemos por arte.

Sergio de Loof (Buenos Aires, 1962-2020) fue un artista, diseñador, fotógrafo y decorador argentino reconocido como figura emblemática del under porteño. Excéntrico creador y ambientador, fundó y/o ambientó, en un contexto de posdictadura, bares, restaurantes y discotecas como Bolivia (1989), El Dorado (1990) Ave Porco (1994), El Morocco (1993) y Club Caniche (1995). A su vez, transformó, con una mirada crítica, la carestía de la pobreza en hecho estético, realizando numerosos desfiles performáticos en los que participaban modelos no convencionales con prendas realizadas en materiales alternativos, basura y ropa donada. Entre estos se destacan Latina Winter by Cottolengo Fashion (1989), Encantadores vestidos (1990), Cualquier Chanel (1994), etc. Incursionó también en otros lenguajes, como el del videoarte (con creaciones como El Cairo. El final del desierto [1987]) y la fotografía (Portraits of Contemporary Argentine Artists [2001], en los que retrató a los artistas que formaban parte de su entorno). Fue también socio fundador de la revista Wipe (1997), publicación gratuita con información sobre la movida cultural de Buenos Aires que continúa hasta el día de hoy. 

Agradecemos la generosa colaboración del Complejo Teatral de Buenos Aires, del Teatro Argentino de La Plata y del Museo de la Ciudad, para la ambientación de la exposición, y al Museo del Cine por la digitalización de las piezas audiovisuales.
La Fundación IDA colaboró en la restauración y el préstamo del archivo de Sergio De Loof utilizados en la exposición.